Estamos en tiempos de cambios veloces y a todos los niveles. Para donde usted voltee verá que los acontecimientos y los procesos son vertiginosos y que apenas termina de cerrar o abrir un ciclo y ya está con un pie en otro nuevo. Se habla mucho en diversas corrientes tanto espirituales como científicas de que estamos enfrentándonos a una aceleración en la frecuencia de la Tierra, y traducido en términos prácticos quiere decir que la matriz de acontecimientos sobre la que no sólo vivimos sino creamos, corre a un beat más rápido. Por un lado se siente que el tiempo vuela y por otro, que es demasiada intensidad para tan cortos lapsos. Y sí: si nos damos cuenta, el ritmo de los cambios a nivel individual, colectivo, social, tecnológico, de creencias, formas de vivir, etcétera, no tiene nada que ver con lo estable que parecía la vida de apenas hace tres décadas atrás.

Esto nos lleva a la fragilidad de que las cosas duran menos, y nos empuja a estar más presentes aún, porque si no aprovechamos el momento, éste se va como agua entre las manos y quién sabe si se repita. Aunque también nos da la ventaja de que los procesos dolorosos y complicados también pasen más rápido. Tal vez sean tiempos entonces para aprender a dejar ir con más facilidad, para otorgarle al instante de estar con los otros y a nuestras experiencias la calidad de atención que merecen; para vivir nuestras relaciones con más entrega y sin tanto temor; para aprender a vivir sin la exageración del drama y con la sencillez del momento a momento; para dejar de ser acumulativos de posesiones materiales, poder, títulos o adornos de la personalidad y ser, mejor, atesoradores de momentos que nos roben el aliento, de experiencias auténticas y genuinas, de expresiones verdaderas de quienes somos en realidad. Ir a un ritmo más rápido no sólo es para un sentido negativo, ni quiere decir envejecer más velozmente o perdernos de las cosas.

Si somos conscientes ante lo que a un nivel más amplio está ocurriendo podemos incluso rejuvenecer, porque la oportunidad de que lo que se tiene que ir se vaya y de que estemos menos agarrados y más fluyentes, nos libera de muchísimo peso; todo depende de en qué perspectiva estemos. Es cierto que por doquier hay mucho caos y crisis, pero también es verdad que ellos indican que viejas estructuras se están cayendo y que cuando esto sucede volvemos a tener chance de elegir desde qué postura interna queremos vivir, porque recordemos que somos seres creadores de la realidad, y ésta tan sólo nos refleja lo que está dentro de cada uno/a.

Así que si últimamente ha sentido que todo está pasando a velocidades agigantadas y que como decimos coloquialmente: no sentimos lo duro sino lo tupido, no se equivoca, es lo que está ocurriendo, pero debajo del río revuelto yace una magnífica oportunidad de transformación para quien quiera tomarla y esté dispuesto/a a salir del drama acostumbrado, a vivir creando más consciente y quejándose menos, aprovechando cada instante no sólo para disfrutar más de cada cosa que se tiene y no se tiene, sino para evolucionar a grandes pasos, como nunca antes. Si estamos despiertos/as nos daremos cuenta de que la velocidad a la que va la conciencia humana es también una tremenda oportunidad.

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