Dicen que cuando uno se encuentra en un momento muy complicado una de las mejores cosas que se pueden hacer es orar. Como sea que cada uno conciba a Dios o a la Divinidad pero poner en sus manos aquello que nos aqueja, dado que sólo un poder más grande que nuestra personalidad podrá sostener y darle salida a la situación.
Y si bien nuestro músculo de fe puede que no esté muy fortalecido o que de plano no veamos nada más que una pared enfrente, lo cierto es que dejarle la carga más fuerte y aquello que no logramos comprender a una inteligencia suprema, sí aliviana nuestro peso.
Pero hay algo más aparte de pedir o rezar para que el problema se resuelva y que resulta sumamente poderoso, y esto es pedir por aquellos seres que estén atravesando por una situación similar a la nuestra, conocidos y desconocidos, porque aunque no sepamos quiénes son y mucho menos tengamos un lazo afectivo con ellos, compartimos ese denominador que de alguna manera nos está uniendo, además de que en esencia nada está separado aunque en esta realidad parezca que sí.
Así que elevar una plegaria para que se resuelva nuestro asunto tendrá más fuerza y soporte si la aunamos al efecto de las oraciones en común, porque es muy probable que las demás personas también estén orando para que sus problemas se solventen. Mover el punto de partida de nuestro propio mundo pequeño a uno donde abarcamos más y compartimos más, genera una sinergia solidaria que con toda seguridad vuelve más fuerte la posibilidad de transformar algo. Tal vez a eso se refería también el Maestro Jesucristo cuando afirmó su presencia al estar reunidos dos o más en su nombre.
Si hemos estado acostumbrados a actuar sólo para resolver nuestros asuntos personales y no ocuparnos de nada más, es un muy buen inicio intencionar eso que no mostramos a los demás, lo que muy dentro del corazón pedimos y queremos, hacia el bien común. Ir probando los efectos que trae actuar más allá del egocentrismo que, como siempre les he dicho: sin que me lo crean, compruébenlo por sí mismos, agilizará y abrirá muchas más puertas para que las soluciones lleguen y los milagros ocurran.
De este modo, además, iremos comprobando lo bien que se siente concebirse como parte de un todo y por consecuencia encaminar nuestras acciones al bienestar de cuantas más personas y seres podamos abarcar. En gran parte este es el enorme hashtag de estos tiempos: saber incluir, saber tolerar, saber comprender, saber hacer comunidad, saber ver más allá de los muros de la casa propia, sobre todo abrirse al mundo, encontrar la hermandad humana, crear y fortalecer los medios y mecanismos para ayudar, cooperar, contribuir activamente, y restablecer los vínculos con la naturaleza, nuestra Gaia.
¿Alguna vez has agradecido y orado por el agua del planeta, por ejemplo? Sería un interesante experimento que a la vez de estar haciendo lo posible por salir de un conflicto emocional pidiéramos por el bien del agua de la Tierra, y mejor aún, que tomáramos acciones para limpiar, purificar y reciclar el agua. Y así con cualquier petición a título personal o para beneficio sólo de lo nuestro.
Extender el rango de amplitud nos convertirá también en antenas más grandes y con una capacidad mucho mayor tanto de recepción como de transmisión. De cualquier forma, creceremos como seres. Los tiempos de mirar sólo para mi parroquia ya fueron. Los cambios inminentes en nuestro mundo apuntan justo a lo opuesto.
Esa silenciosa voz interior con la que suplicamos a los cielos puede tener un eco y un alcance más potente si lo elevamos al unísono, porque aunque no se escuche, allá, donde el universo hace su lectura, seguro se oye mucho más fuerte y mucho más hermoso como las notas musicales que al unirse armoniosamente forman una pieza magistral.