¿Qué nos motiva a hacer lo que hacemos? Sucede que a veces no tenemos muy claro qué es lo que realmente nos mueve para todo cuanto emprendemos. Por supuesto el móvil primordial es y siempre será: sobrevivir. Todas y todos nos enfrentamos a buscar el sustento de cada día, y tener las necesidades básicas cubiertas se convierte en prácticamente todo el motor que hace que nos levantemos y trabajemos por ello.
Pero más allá, un poco más arriba de eso, ¿se ha preguntado usted qué le impulsa? Puede ser que lo primero que le venga a la mente sean todas esas cosas y satisfactores que a usted le dan algún placer o beneficio, para después perseguir aquello que sea benéfico para sus seres queridos.
Cuando hemos transcendido la zona en donde sólo vemos de forma egocéntrica y de nuestro círculo inmediato, podemos entonces explorar el ámbito del servicio desinteresado o, dicho de otra manera, ese lugar en donde no esperamos algo específico a cambio y donde no hablamos de un trato de intercambio para la mera supervivencia sino de un acto generoso por un ejercicio de conciencia.
A veces puede creerse que tenemos que llegar a cierto momento de la vida o a determinadas condiciones para adentrarnos a este tipo de motivación, sin embargo, el servicio puro y desinteresado no tiene limitantes más que los que residen en nuestro tipo de creencias y hábitos emocionales.
Podemos carecer de o tener un sinfín de cosas, pero si aún estamos volcados en el egocentrismo no tornaremos la visión hacia algo más grande. Dice un viejo refrán que hay tres cosas que nos empujan hacia la conciencia mucho más extensa que sólo nuestra supervivencia, y estas son: la enfermedad, la cárcel o las pérdidas irreparables.
Por eso es importante que voluntariamente y con disposición a la experiencia del aprecio por la vida busquemos otorgar más de nosotros a aquello que no lleva una agenda personal, un satisfactor inmediato, una paga o un premio. Entre más logremos elevarnos a esta perspectiva nuestros motivadores se volverán mucho más amplios, flexibles y universales, y en consecuencia esto amplificará en automático la posibilidad de que la vida nos retribuya de millones de maneras más.
Sólo siéntalo en el cuerpo cuando lo imagine: ¿qué puedo esperar si obtengo un objeto, dinero, etc., de una forma local, negativa, lastimando a otros, fácil y efímeramente, y qué puedo esperar cuando realizo un acto desinteresado, aún con desconocidos, y lo lanzo a la majestuosidad de la naturaleza?
¿Qué me podrá traer regalos más grandes, casi milagrosos? Poco a poco, al ejercitar este músculo de la conciencia podemos ir cambiando nuestros motivadores: de egoístas a generosos, de personalistas a comunes, de pequeños a grandes.
Recordemos que para que los propios proyectos y logros se vean manifestados es necesario que el todo al que pertenecemos lo sostenga, por lo tanto si alimentamos y sembramos cosas bondadosas en esa sustancia, de una forma u otra es seguro que recibiremos de vuelta y amplificado aquello que creamos y alimentamos con nuestras motivaciones, pensamientos, palabras y acciones.
Si sus móviles ocultos aún están constituidos de algo que perjudique a usted mismo o a los demás, si aún están plantados con separación y oscuridad, haga el ejercicio consciente de transformarlos hacia algo mejor, porque sólo de esta manera es que podemos asegurarnos un camino donde lo mejor está por venir.
La magia existe cuando somos motores y móviles para que esta realice sus obras, mientras tanto, somos obstáculos para que el amor haga su trabajo, y es justo en nuestros motivadores que se encierran muchas claves.