La creación de la vida material está determinada por patrones geométricos que se circunscriben de determinada manera y en cierto orden para permitir la vida en esta dimensión que habitamos. Pareciera que hablar de la geometría es algo que pertenece a sólo un aspecto del conocimiento y que si no es nuestra materia no nos concierne. Sin embargo, está mucho más implicada en nuestras vidas de lo que podríamos imaginar. De hecho, son estas formas la base que sustenta la posibilidad de tener una experiencia en la Tierra.
Cuando la geometría es estudiada para comprender a Dios o a la divinidad, entonces se vuelve sagrada. Entrar profundamente al conocimiento de los patrones que forman la vida es una experiencia sin igual, pues abre la puerta a aquella dimensión donde todos provenimos de la misma fuente y de donde proviene la noción de que todos somos parte de un mismo ser y de que estamos hermanados. No existe diferencia alguna en el patrón geométrico que crea una planta, un animal, un mineral y un ser humano. En esencia todos comenzamos como dos esferas que al interseccionarse una y otra vez hacen formas que generan la vida, y el crecimiento está determinado por medidas no arbitrarias, como la medida de oro, o el número Phi, sin el cual los cuerpos crecerían sin medida o proporción, generando un caos.
Gracias a este número, todo en la naturaleza está en orden y puede concretarse en un determinado cuerpo o sustancia. Leonardo Da Vinci expresó esta medida en sus obras como el mensaje sagrado de que este patrón representa matemáticamente a Dios. Comprender esto es no sólo un entendimiento para la mente, sino también para el corazón, pues observar de maneras tan precisas e infalibles cómo es que estamos contenidos en estos patrones de creación, abre al cerebro racional a la emoción compasiva y sublime del hemisferio no racional.
Nos invita a ver la belleza de nuestros cuerpos y de todo lo que nos rodea traspasando la capa de la ilusión del mundo físico, pues un cuerpo no es bello solamente por su imagen, sino porque para su creación se necesitó de un patrón perfecto que permitiera el desarrollo de los huesos, de las neuronas, de los músculos y de cada una de las células que lo conforman. Entonces podemos ver la belleza verdadera detrás de la apariencia; la belleza que nos envuelve a todos sin excepción. Una medida armónica como Phi está presente en toda la vida, y las creaciones humanas que al seguir este patrón se vuelven armónicas también.
Cuando la mente y las emociones están en paz, entonces están alineadas armónicamente también por esta medida. Hoy en día existen aparatos que pueden medir la frecuencia del corazón y determinar si se encuentra en la secuencia Phi o no. La música y el arte llegan al corazón cuando han incurrido en la medida Phi, y así todo cuando hacemos. Cuando los aspectos de nuestra vida están en equilibrio, están en el orden de la medida de oro, que permite que todo fluya con mucha mayor facilidad.
Contemplar a la creación desde este escenario despierta el sentimiento sin igual de amor por toda la vida, respeto por todas las creaciones y por la infinita diversidad de la que todos somos parte. Por eso los recientes hechos en la catedral de Notre Dame en París son una verdadera tragedia no sólo para un país, sino para la cultura de la humanidad. Son obras que trascienden religiones, creencias, o naciones, pues emanan de la capacidad del ser humano para convertir la sustancia de lo invisible en visible en sus formas más refinadas.
Además, por esta misma razón, son lienzos de códigos y claves heredadas por grandes maestros de sabiduría sobre las reglas de oro para hacer la escuela completa de la Tierra y graduarse con honores. Notre Dame llamó la atención del Planeta entero por algo y para algo.