El desgaste emocional de aquello que nos ofusca, nos confunde, nos enfurece o que es provocado por nuestros pensamientos más primitivos es tremendo. Si no tenemos una mente educada ella hará lo que quiera de nosotros al grado de convertirnos en un ser que al paso del tiempo desconoceremos casi por completo, y no por haber cambiado hacia mayores virtudes o talentos, sino por habernos ensombrecido y marchitado por medio de todas las ideas, creencias negativas y perjudiciales. De hecho, entre más hacemos brillar los dones que tenemos, más hacemos lo que amamos, y actuamos con más bondad, más nos parecemos a lo que en esencia somos, hemos sido y a aquello que éramos en los inicios de nuestra existencia.
Convertir a la mente en un instrumento afinado que actúe a nuestro favor es la tarea de toda una vida; es el camino que tiene que recorrer todo ser humano y el nombre del juego de la conciencia, por lo tanto no consiste en dar un paso mágico ni en encontrar una panacea, pero sí es el tejido fino del día a día, del instante tras instante estando presentes para elegir cómo veremos y viviremos cada momento. A la par de un adiestramiento continuo de la mente podemos hacer la alquimia que procede de la fuerza más poderosa del Universo al ponernos los lentes de una visión amorosa, crística o búdica, es decir que cualquier cosa que esté ocurriendo en nuestro entorno podemos cambiarla instantáneamente al contemplarla desde otra perspectiva.
Le invito a probar un día que se encuentre con aquella persona que le irrite, que le caiga mal, o que sus juicios le digan que es reprobable, a ponerse los lentes de Dios, o de Cristo, o de Buda, o de la misma naturaleza, y verá cómo la lectura que usted haga de ella se transformará de manera milagrosa. El mismo ejercicio puede aplicarse para la situaciones que más le preocupen o le entristezcan; al ponerse los lentes de las visiones más elevadas, será capaz de comprender cómo todo tiene un por qué y además, sin tanta vuelta, cómo obedece a un orden perfecto.
Ver con los ojos del amor no se traduce en vivir ingenuamente, por el contrario, tener estos ojos nos posiciona en el mejor lugar para crear: en el de la sabiduría; pues no hay nada más sabio, más inteligente y más poderoso que vivir en aquél lugar en donde se generan las cosas con amor. Si no ha sido capaz de perdonar, o si sigue resintiendo lo que le hicieron, pruebe ver esta herida con los ojos del amor. Verá como al instante lo invadirá una sensación de profunda ternura por todo lo que se ha lacerado con sus pensamientos dolorosos, y sin esfuerzo querrá soltarlos para siempre. Las quejas, la reactividad, los malos hábitos, las malas costumbres, la envidia, el daño a los otros, siempre tienen la oportunidad de vivir una resurrección en algo más elevado cuando somos capaces de vernos y ver lo que nos pasa fuera de nuestra pequeña ventana. Siempre tenga en mente lo siguiente: cuando alguien lo abrazó, lo contuvo, lo comprendió, lo recibió, lo alimentó, lo guió, lo sostuvo, lo impulsó, y creyó en usted, seguramente fue porque sin importarle nada más, eligió ponerse los lentes del amor para contemplarlo a usted.