Cuántas veces escuchamos decir que para transformar una situación que no queremos hay que cambiar los patrones que seguimos, y sí, pero esto es tan sólo la teoría de eso que queremos que cambie. Suena fácil, pero cambiar un patrón, es decir, una forma determinada de hacer, pensar o sentir puede costar el trabajo de toda una vida e incluso de muchas generaciones.
Dejar atrás situaciones, hábitos, relaciones y personas destructivas, primero cuesta el trabajo del tiempo que nos tardamos en ser conscientes de que queremos salir de eso, y después, en dar los pasos con el suficiente combustible que nos deje cruzar el límite del miedo a lo desconocido, del apego a lo que ya estamos acostumbrados, y de la lealtad a aquello que por muy familiar que sea, no aporta al desarrollo de lo mejor de nuestras capacidades, cualidades y potenciales.
Para eso es necesario ir suavizando toda una montaña endurecida hecha de cada día, cada hora, cada minuto y cada segundo de la vida cotidiana, o sea, paso a paso, respiro a respiro, y hacerlo diferente. Un cambio hacia algo más pleno y armonioso para cada uno/a de nosotros/as no viene de sopetón, pero sí podemos ser radicales en mover el rumbo de nuestra visión y dirección. Tan sólo con el hecho de que nuestra intención esté puesta en otra perspectiva mental ya estamos dando un gran paso para cambiar; pero lo más importante es que tenemos que abrir la mente y dejar que las creencias que aprendimos y que nos condenan a repetir lo que nos ha hecho sufrir se puedan ir transformando.
Las sentencias “yo nunca cambiaré” o “gato viejo no aprende nuevos trucos” son terribles auto-condenas que prácticamente convierten una tierra fértil en un campo erosionado y sólo hablan de lo estancada que se ha vuelto una mentalidad. Estar abiertos siempre a aprender es un ejercicio para mantenerse joven y vital, pues la vida está ocurriendo en este instante, no antes ni después, como también lo es estar dispuestos a hacer las cosas de otra forma.
Comience por lo más sencillo: si abre la puerta con la mano derecha, hágalo con la izquierda, igual que lavarse los dientes o algo simple que no lo ponga en riesgo; si siempre toma la misma ruta camino a su trabajo, trace otra; si siempre frecuenta los mismos lugares o se relaciona con el mismo tipo de personas, cambie de canal: conozca nuevas y muy distintas maneras de percibir y traducir la vida; si ya está muy apegado a sus rutinas destructivas muévalas un tanto para incorporar mejores hábitos, lleve su balanza al equilibrio: si es muy sedentario, oblíguese a moverse, si se obsesiona con el cuerpo, desarrolle su mente, si es demasiado intelectual, sensibilícese con lo que pueda, salude a quien no conoce; no siempre suba por el elevador, tome las escaleras.
Aunque no lo crea con cada pequeño giro estará descalcificando todo eso que le cuesta tanto trabajo dejar atrás, y aunque parezca muy desconectado, irá viéndose como una persona distinta y mucho más cercana a eso que dice querer tanto. Además con esto ejercerá la capacidad de ponerse en los zapatos de otros para poder ser más comprensivo, incluso consigo mismo, y de esta manera evitar que la vida lo obligue a moverse de punto de vista con un evento trágico. Nada se da por arte de magia si usted no lo intenciona, no lo trabaja y no lo aterriza como parte de su diario vivir. La verdadera magia es tener el poder de elegirlo y de construirlo a través del esfuerzo consciente en cada pequeña cosa.