Si hemos de decidir en una encrucijada entre ver sólo para sí, y ver por los demás, entre salvar unos pesos más o compartir lo que tenemos para regalar y generar buenos momentos a los otros, generalmente será mejor si somos seres compartidos y abiertos. Aunque parezca que dar es en un solo sentido, en realidad quien está experimentando las emociones de esa acción es uno mismo.
Se beneficia el que recibe, pero más el o la que está otorgando un poco más de sí. Pero además, en el acto de compartir aunque pareciera que lo que tenemos se fracciona, en realidad con-parte, es decir que se vuelve una partida doble, o triple, o hasta donde su imaginación le dé que se puede multiplicar.
Al compartir la dicha, las bendiciones, las alegrías, estamos ampliando nuestra capacidad abarcadora ¿y qué cree usted? ¡también para recibir! En la misma especie, y puede que en mayores cantidades de lo que dio. Por eso siempre procure que lo que ofrenda a las demás personas sea de buena sustancia, porque eso que siembre en ellas se lo llevarán y habrá de modificar algo su manera de ver la vida, incluso a veces de manera muy radical.
En la medida que comparta buenos frutos estos tendrán su reverberación y por lo tanto un bondadoso pedacito de usted estará ahí, presente, por eso es que paradójicamente al repartir y compartir su presencia crecerá. Esta es una manera más de prolongar, pasar y hacer crecer la vida.
Tan significativo o válido como se hace al dar vida carnal a un hijo o hija. Y al final ¿qué realmente guardamos para sí? Sólo lo que somos capaces de experimentar. Nada en realidad de lo que está cambiando nos pertenece, y cuando partimos de este mundo seguramente nos vamos llenos de aquello bueno que pudimos dar, pero ojo, también colmados del vacío de lo que nos negamos y le negamos a nuestros lazos más estrechos, sin ver que era el lazo lo que había que procurar y no eso que guardamos egocéntricamente para retenerlo sin más sentido que la avaricia.
Extiéndase a través de sus formas de compartir: por poco que parezca es mucho. No se prevenga de dar porque como cuentan muchas fábulas y parábolas por cuidar un diamante se pierde de la mina entera. Si podemos observar con calma, vamos a descubrir que eso que compartimos en y con amor, tarde o temprano regresó en más providencia, y que eso bueno que dejamos de dar, más si en su lugar dimos amargura, volvió tarde que temprano en desdichas de las cuales a veces se nos olvida el origen.
Dicen que a veces Dios se tarda lo suficiente como para que olvidemos por qué es que nos llegan esos momentos tormentosos de los cuales no vemos la salida, pues sólo de esta manera podemos hacer el ejercicio de despertar la conciencia para conectar causas con efectos y entonces aprender la inolvidable lección de que todo aquello que hacemos regresa de vuelta y multiplicado.
Entonces, cuando se encuentre ante la elección de perder un poco para beneficio de otros, tratándose de aquello que no afecte su integridad, atrévase a experimentar conscientemente por sí mismo lo que le trae otorgar o retener. Recuerde que la vida es un flujo continuo y constante de generación, por eso con mucha seguridad pareciéndose más a la corriente de la vida verá que soltar, dar, ofrecer y compartir positivamente, siempre de los siempres será una elección mejor.