Esta semana falleció la legendaria figura del Rock, Eddie Van Halen, líder de la banda californiana Van Halen, y considerado uno de los mejores 100 guitarristas de todos los tiempos por la revista Rolling Stone. Van Halen fue una de las agrupaciones con más ventas discográficas en la historia de la música, y con esto, uno de los sonidos icónicos de la cultura pop y musical de la década de los 80s.

Quienes vivimos esos años, tenemos grabados en nuestros recuerdos más gratos las notas y las voces que marcaron una impronta en nuestras vidas como un eco que acompañaba la antesala de un mundo que, justo antes de la aparición de las tecnologías de información y comunicación, aún podía vivirse con la suficiente dedicación de un tiempo para cada cosa, es decir, viviendo una experiencia a la vez para disfrutarse con más atención y calma.

Los 70s y 80s fueron las décadas que nos regalaron el final de la Era de la maravillosa creatividad humana producto de momentos de ocio y contemplación, y de muchas creaciones inéditas, para dar paso a lo que después sería un arrebato abrupto de esta paz, por el advenimiento de la frenética dependencia de los teléfonos celulares.

Tal vez por eso, en mi caso personal, sienta tanta nostalgia de esos ambientes musicales, incluidos por supuesto los gingles que sonaban en la radio, en los comerciales, y en sus voces insignes.

Las épocas no podrían describirse completas sin sus efigies sonoras, y la radio, como la revolución de comunicación más importante en el devenir colectivo antes de las tecnologías de información y las redes sociales, fue y ha sido el medio de mayor impacto al interior de las casas y de nuestra vida diaria, incluso hasta el presente, pues la radio tiene la capacidad de musicalizar nuestros instantes o hacernos sentir acompañados sin necesidad de sostener un aparato, o de voltearlo a ver; por eso la radio es un poco etérea, invisible, y hasta abstracta.

Todos tejemos historias en nuestra imaginación a partir de una bocina de radio. Gracias a la radio por ser un medio que perfora las décadas y que, a través del sonido, ancla en nuestra memoria lo mejor de cada etapa.

Sin la radio no conoceríamos talentos como Van Halen y muchos otros genios musicales que, por alguna razón misteriosa, han dejado este mundo por montones en estos últimos años, pero que la radio sigue manteniendo vivos. Sin la radio no recordaríamos con tanta nitidez los detalles de cada escena que alguna vez vivimos.

Sin la radio tal vez no hubiéramos logrado pasar las noches más oscuras de nuestra vida. Gracias a la radio por adoptarme como a un hijo, y por dejarme crear. Gracias de nuevo a Grupo Radio Centro por dejarme adoptarlo como mi casa y poder crecer junto a otras personas que han marcado a generaciones y generaciones con su voz y sus capacidades.

Gracias por permitirme ser parte de una tremenda escuela con maestros como Francisco Aguirre Cranz, con quien comparto esta nostalgia, y quien ha sabido mantener por décadas una excelsa selección musical en las programaciones como la de Radio Universal, que han hecho de la historia de la radio en México un ejemplo para hacer radio en el mundo. Gracias a este medio tan sagrado y fiel, que nunca jamás pasará de moda.

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